Kenzaburō Ōe es posiblemente el más universal de los escritores orientales, a pesar de sus textos crípticos, enlazados unos con otros a través de niños que nacen con deficiencias, una de las constantes en su obra: Ōe tuvo un hijo, Hikari (luz), con hidrocefalia y autismo, y esta circunstancia marcó gran parte de su narrativa, jugando entre el plano físico y el imaginario. El escritor fue mucho más allá de atribuir a la deformidad un problema físico: la convirtió en la metáfora del mundo en el que vivía.
En El grito silencioso, Ōe narra la historia de Mitsa, que viaja con su mujer y su hermano Taka a la aldea de sus antepasados. Allí intentará rescatar algo de su dignidad: su vida se derrumbó al nacer su hijo deficiente. Pero la aldea de sus antepasados no le va a rescatar, sino a desencadenar un derrumbe todavía más estruendoso.