El pato salvaje (1884). Henrik Ibsen

Quizá con menos concesiones que en Casa de muñecas, Ibsen consigue con El pato salvaje demostrar que no siempre la justicia tiene por qué resultar justa. El empeño de Gregorio Werle por destapar la hipocresía, aunque en ello resulte implicado su propio padre, desatará una espiral que sólo el suicidio de una niña podrá parar. Hermosa y enormemente cruel alegoría la que propone Ibsen, la muerte del inocente como redención para las penas de los adultos. Encarnada primero la redención en un pato, absurdamente encerrado en un desván, será la niña, Eudivigis, la que se sacrifique para que la falsedad…