«La madre naturaleza» (1887). Emilia Pardo Bazán
La segunda parte de Los pazos de Ulloa se centra en los dos críos de la primera novela, Perucho y Manuela, convertidos en dos jóvenes que viven libres en su pequeña aldea gallega, entregados a disfrutar de la naturaleza y su amistad. Perucho estudia en Ourense… pero sufre enormemente separado de Manuela, y ella languidece los meses que su amigo está fuera. El lector sabe que son hermanastros, pero ellos lo ignoran, y su incestuosa y platónica relación es, por tanto, totalmente inocente… hasta que aparece en el pazo Gabriel Pardo, el tío de Manuela. Es un petrimetre de ciudad que sirve a la autora para describir el paisaje y las costumbres del rural gallego de una manera poética y tremendamente descriptiva. Pardo Bazán amaba su tierra y ese amor se transmite en sus largas descripciones, llenas de detalle.
Gabriel Pardo llega al pazo con la intención de casarse con su sobrina, a la que traspasa el profundo amor que sentía por su madre, su hermana Nucha, pero sus intenciones se ven empañadas cuando se da cuenta de que la relación de la joven con Perucho no es, como pretende su padre, el señor del pazo, «de hermanos». Gabriel Pardo llega a un lugar donde la vida discurre plácida y sin cambios y la pone patas arriba, hasta provocar un amargo desenlace. Es un personaje repelente, no demasiado diferente a esos turistas que a veces llegan a nuestras aldeas contemplando todo como si estuviesen en un zoo. No, los tiempos no han cambiado tanto…
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