«Elegía» (2006). Philip Roth.
Roth es uno de mis escritores favoritos; sin duda, de los escritores norteamericanos contemporáneos, mi preferido. Cada novela suya que leo consigue que me deslice entre sus palabras, disfrutando con intensidad de esa maestría narrativa que te arrastra hasta meterte en medio de los personajes aun sin tener, aparentemente, nada en común con ellos; pero, en realidad, todos tenemos algo que ver con los personajes de Philip Roth, aunque el nexo no es evidente, y es el lector quien lo va descubriendo, con lentitud, mientras avanza la novela.
Everyman, el título original de esta maravillosa novela, una de las últimas de Roth antes de anunciar su retirada, que decidió antes de su muerte, ya nos da una clara pista sobre esa necesidad del autor de que sus personajes y sus lectores se mimeticen. El protagonista de esta novela tiene nombre, pero nunca llegamos a saberlo; es cualquier hombre, con una historia igual a la de cualquier hombre, pero tan distinta a la de cualquier otro como es posible.
Nuestro personaje se ha casado tres veces; ha sido cruel, aun sin pretenderlo, con todas sus esposas e hijos; tiene un hermano, al que adora, pero al que termina separando de su vida por no poder evitar sentir hacia él una retorcida envidia de su excelente salud: nuestro protagonista carece de ella. De hecho, gran parte de la novela se centra en sus operaciones de corazón, en sus achaques… son parte de él, parte de ese anciano que se enfrenta a la muerte en completa soledad.
Elegía es una novela psicólogicamente dura, en la que Roth no se permite hacer ninguna concesión para suavizar la realidad del anónimo protagonista. Nos lleva de viaje con él a través de su vida: su infancia judía, con un padre joyero; su primer amor, un matrimonio equivocado del que saldrá empujado por la fuerza de Phoebe, dejando atrás dos hijos que lo van a odiar el resto de su vida. Su vida con Phoebe, la mujer de su vida, a la que sin embargo engaña, traiciona y decepciona… porque no puede evitarlo. También conocemos a Nancy, su hija con Phoebe, el personaje más luminoso de la novela, el único nexo del protagonista con eso que tanto anhela al final de su vida: el amor.
Esta novela es una novela de muerte: de cómo se enfrenta un humano a la suya. Una novela como una elegía, que empieza mostrándonos a los que quedaron atrás para, paradójicamente, retroceder para conocer a ese al que están diciendo adiós. Y aunque creamos que conocerlo más nos hará entenderlo… no es cierto. Lo único que comprendí, mientras leía esta novela, es que es la vejez la que nos enseña a echar de menos la vida.
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