«Heridas abiertas» (2006). Gillian Flynn.
Turbia, absorbente y magníficamente escrita, esta novela negra, convertida en una también magnífica serie, nos enfrenta a los fantasmas de la periodista Camille Preaker, que, recién salida de un hospital psiquiátrico, vuelve a su ciudad natal, Wind Cap, para escribir un reportaje sobre una truculenta serie de asesinatos de adolescentes.
El opresivo ambiente de su lujosa infancia en una enorme mansión nos atrapa, como a Camille, desde el inicio de la novela. Por momentos, la escritora logra que nos falte el aire, como a su personaje, mientras deambula entre la majestuosa casa donde vive su madre con su marido y su hermanastra, la extraña adolescente Amma, y los escenarios de esa opresiva ciudad donde pasó sus primeros años. Navegamos entre trago y trago con Camille, intentando, como ella, escapar del horror que intuimos, aunque la narración, que nunca pierde el ritmo, nunca es morbosa, sino despegada, como si siguiésemos a Camille desde el aire, incapaces de tocarla pese a sentir su profundo dolor.
Los personajes son fascinantes. Adora, la madre, una mujer histriónica, fría, terrible en muchos momentos. Una de las benefactoras más admiradas de Wind Cap, pese a que cuando se cierran las puertas de su mansión es capaz de crear un verdadero infierno psicológico para sus hijas. Amma, deslumbrante, inclasificable… Luminosa y soberbia fuera de casa; infantilizada dentro de ella. Y Camille, una heroína atípica: alcohólica, inestable, profundamente herida, pero con una determinación tan brutal por descubrir la verdad que nos arrastra con ella.
Hay varios personajes masculinos relevantes, pero «Heridas abiertas» es una novela de mujeres. De mujeres que sufren, que se retuercen, que actúan de maneras sorprendentes, guiándonos entre las misteriosas muertes de Wind Cap hasta el terrible desenlace final (si no habéis leído el libro y vais a ver la serie, ¡mucho ojo!, el desenlace aparece entre los títulos de crédito).
Nota: 8/10.