«Los años felices» (2017). Gonzalo Torné.
A Gonzalo Torné lo «acusan» de escribir de manera enrevesada, y precisamente eso es lo que más me ha gustado a mí de su manera de contarnos esta historia, ese lenguaje que parece navegar en círculos, descriptivo e imaginativo, que te va encerrando poco a poco en la historia de ese variopinto grupo de amigos en el New York del siglo XX.
Hay saltos temporales y, sobre todo, mentales: cada personaje tiene una historia, y todos tienen otra en común, y Torné nos conduce entre todas ellas con desparpajo, recreándose en un estilo literario absolutamente delicioso. Harry Osborn II, el chico rico, diletante, siempre dividido entre sus deseos de dejar una huella y su hedonismo; las hermanas Rosenbloom, Claire y Jean, bellas, decididas, que saben que deben construirse un futuro y buscan cada una la mejor manera de alcanzarlo; Alfred, el príncipe, el eje de la novela: el pasado de su familia, con un padre que huye de la España de la dictadura de Franco, lo ha definido, y sus ansias de convertirse en escritor arrastran la narración; Kevin, el chico judío de familia modesta al que la riqueza de Osborn apabulla, el personaje menos luminoso pero esencial en la trama… y, orbitando entre ellos, los padres, los adultos, y un grupo de personajes secundarios que sirven al escritor para hacer apuntes exquisitos sobre la naturaleza humana.
¿Pasa algo, en realidad, en Los años felices? Sí: pasa la vida. Los adolescentes crecen, los sueños que los unían se rompen, las ambiciones suceden a los sueños… En definitiva, esta novela es un análisis de la naturaleza humana, de sus matices, del choque entre esa edad en que todo parece posible y la realidad que se impone, brutal.