«3001: Odisea final» (1997). Arthur C. Clarke
La novela que cierra la Odisea Espacial de Clarke nos lleva mil años después del inicio de la saga, cuando el cuerpo de Frank Poole, el compañero de Bowman en la misión inicial de la Discovery, es recuperado con vida, aletargado en el espacio. El vacío y la baja temperatura lo han mantenido con vida, y en el futuro, la medicina permite revivirlo en esas condiciones. El astronauta se enfrenta a un mundo totalmente nuevo, donde el que era su presente es historia casi legendaria. Ahora los humanos tienen cascos cerebrales, que les permiten conectarse directamente con los ordenadores.. y también controlar a los delincuentes para reinsertarlos. La delincuencia es residual, y cuatro enormes torres de 36.000 km de altura ocupan el Ecuador terrestre, conectadas entre sí. La humanidad parece haber alcanzado la paz, y, cuando le hablan de su tiempo, Poole se da cuenta de que la extrema violencia de su mundo es inexplicable para los humanos del futuro.
Pero, desgraciadamente, el último informe que envió el monolito a sus creadores, sean seres vivos o máquinas, fue en la época de Poole, así que recogerá el supuesto fracaso del desarrollo de los humanos, enzarzados en guerras, hambrunas y desesperación. Bowman conversa con su excompañero y le cuenta que, seguramente, los creadores del monolito decidan destruir la Tierra. Así que los científicos deciden enviar una nave a Europa y lanzar un órdago: contaminar el monolito con todos los virus informáticos del siglo XXI, en una maniobra desesperada para destruirlo y, así, salvar a la humanidad.
Me ha gustado muchísimo la novela final de la Odisea Espacial. La visión utópica de Clarke de ese mundo sin violencia, estable, entregado al conocimiento, seguramente era su propia utopía; una utopía maravillosa. Seguir el retorno de Poole y su participación en una misión desesperada es apasionante. Fantástico final para una saga… ¡impresionante!
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