«Big little lies» (2015). Liane Moriarty.
Nunca hubiese leído esta novela de Liane Moriarty si no hubiese visto la magnífica serie de HBO del mismo nombre, porque desconocía totalmente su existencia y la de su autora. Pero la serie, que es una de las mejores que he visto (espero que no hagan segunda temporada y le permitan convertirse en serie de culto con una sola temporada con uno de los finales más bonitos de la historia de la televisión), me animó a leer la novela.
Hacer el paralelismo entre serie y novela es inevitable. Es de las pocas ocasiones en las que creo que el producto audiovisual ha superado al escrito: la serie desarrolla más a los personajes que la novela, pero, en ambas, es espectacular cómo la historia se va desvelando como si pelásemos una cebolla, sacando capa a capa hasta llegar al eje.
Es una novela feminista, sin duda, como lo es la serie: la sororidad, esa palabra tan de moda, está presente constantemente, en casi todos los momentos de la trama. Las mujeres no son enemigas naturales, si lo son es porque el patriarcado así lo prefiere. Pero cuando nos despojamos de la educación machista, las relaciones que creamos entre nosotras son maravillosas, y nuestra capacidad de ayudarnos, prodigiosa. En esta novela esto queda patente a través de sus protagonistas, mujeres de diferentes posiciones sociales, vivencias y anhelos.
Celeste es el personaje más brutal. La mujer hermosa, de vida envidiable, que vive en un infierno dorado ocultado a todos los que la rodean la realidad: su marido la maltrata. Es un marido rico y guapo, que la colma de atenciones, y por ello es tan brutal este personaje, porque traza una radiografía de la violencia machista por fin real. También es muy relevante cómo afecta el maltrato a la mujer a los dos hijos de la pareja; de hecho, es una de las claves de la trama, aunque desvelarla implicaría destripar casi toda la historia. Pero toda esta historia bastaría para convertir en memorable la novela.
Madeleine, un personaje delicioso, lleva toda su vida lidiando con el abandono de su marido cuando fueron padres, incapaz de responsabilizarse de su hija, y cuando por fin recompone sus pedazos, se casa con un hombre estupendo y tiene hijos con él… su ex se muda con su nueva pareja y su hija al mismo barrio. La tensión de las relaciones entre ellos, de ella con la hija que tuvo con su ex, una adolescente y, sobre todo, de ella con la nueva pareja de su ex, es una de las constantes de la novela. Madeleine nos enamora porque cuando siente algo mezquino por la otra mujer sabe que está siendo mezquina, intenta ser justa. No siempre lo consigue, pero esta parte de su manera de ser es maravillosa, porque nos enseña que no podemos evitar lo que sentimos, pero sí sentir rechazo por hacerlo. Madeleine es el pegamento que une a todas las mujeres de la trama, la amiga eternamente sonriente que intenta solucionar los problemas de todas.
Jane, un personaje que te imaginas siempre con la mirada triste, llega con su hijo al barrio y poco a poco vamos entendiendo el porqué de esa tristeza. Tampoco puedo desvelarlo, es un apartado clave de la trama. Pero también está relacionado con la violencia machista. Los miedos de Jane se van haciendo poco a poco reales para el lector, cuando caen las decenas de capas con las que ella ha ocultado el centro de su cebolla.
Bonnie, la nueva pareja del ex de Madeleine, es un ser luminoso. Practica yoga, lleva una vida totalmente sana y consecuente… es una mujer especial. Madeleine lo sabe, aunque a veces la detesta simplemente por ser quién es: su ex la dejó con su bebé… y con esta mujer ha tenido una hija y por fin es un hombre de familia. Bonnie es siempre justa, siempre intenta mejorar las tensas relaciones entre las dos familias, algo que exaspera a Madeleine porque se siente molesta y sabe que no debería sentirse así.
Renata, la poderosa mujer de negocios, se siente siempre culpable por su éxito laboral. Las demás mujeres dedican mucho más tiempo a sus familias, y ella no puede. Le encanta su trabajo y también se siente culpable por ello: así de profundo es el poder del patriarcado, que hace sentir mal a las mujeres que no tienen suficiente con una vida dedicada a sus hijos.
Alrededor de estas protagonistas pululan los hombres, especialmente Perry, el guapo y violento marido de Celeste.
Es una novela contada de manera aparentemente superficial que esconde en cada línea mucha más profundidad de la que parece. La autora intenta ser deliberadamente desenfadada para que el impacto de cada una de las tramas sea más acusado en el lector. En definitiva, una buena novela que hizo posible una serie excepcional.
Nota: 6/10.
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